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domingo, 12 de abril de 2009

I




I
Para echar los orines en tus postes
y contar tus esquinas, las paredes,
las cien cuadras de espejos flagelantes,
fuimos llegados.

Perros flacos, mestizos,
con encías y lengua schlupt, schlipt
dimos fe de tu piel, zorra en neblina.

II


II
Al derretir la vista en tus callejas,
ciudad ancha de espaldas,
sin ombligo que pueda alguien decir
¨este es el centro¨,
sólo vemos en ti, sobre tus carnes,
chicles duros, saliva, pedazos de papel.

Ojos cansados, retratamos tus muecas,
navegamos tu risa
reciclamos tu fe.

III


III
La ciudad que recorro, la aprendida,
falsa sonrisa exhibe,
prisionera:

Detrás del maquillaje
sus ojeras explican patetismos,
áridas ilusiones…
decadencia.

IV

IV
Pienso a veces, ciudad, que voy buscando
sin linterna tu ruta:
soy el ave que devora los vientos del retorno
con hambre verdadera, hambre infinita.
Trato de armar tu voz, tus escondrijos,
salto puertas, sí, no: deshojo margaritas;
desmancho identidades, cataduras
que descubran tu máscara frontera;

Navegante febril,
me desvelan tu esencia, tu apellido.

V

V
Se repite el milagro, de peces no:
de seres trashumantes;
suple el temor las miserias,
los hijuelos crecidos ya no encuentran
el pico de la madre, alharaquientos;
el clo clo de las bocas se duplica
en paredes y calles, las torres de babel,
tu cola se dibuja en las montañas,
has crecido, ciudad, no te abrazamos.

VI


VI
Hormigas rutinarias, tus hijastros,
vamos mordiendo el polvo,
que el asfalto caliente nos prodiga;
auscultando tus botes de basura
aceptamos el aire maloliente,
los espasmos, la histeria;
de tus aparadores, la clausura infranqueable;
de tu seno materno, portazo en las narices.

VII


VII
Debemos recoger cuanta migaja
encontremos rondando el deterioro
de tu lustrada imagen,
patética ciudad que aún se pregunta:
¨¿Soy la más bella?¨

Cepillemos los óxidos, el moho,
que el espejo no muestre aromas rancios.

VIII

VIII
Nos llega la mañana
no al son de codorniz:
la hojalata chirriante de camiones

revuelta con pitidos y furor de motores,
descerraja en los castos oídos
arsenal de bufidos, maldiciones,
aunque se oyen también los cotorreos
y buenos días,
saludos al amor de hombres entecos

IX


IX
Si en amarillos días
o aun en las noches negras
se conservan la historia de los viejos
en el bolso pequeño del abrigo, y temprano,
con el sol muy apenas arrancando,
echan a andar la máquina sangrante:

- Hay asfalto al momento, para todos;
escudriñad de gente la olla hirviendo,
la muy virgen ciudad, cueva hormiguero,
madre gallina entera para tantos.

X


X
Con la venda tapando sólo un ojo
mercaderes tasamos tu esqueleto
y vendemos porciones de tu risa
por espejos que mienten
y las cuentas de vidrio
que ofrecen los extraños.

Simulando la entera cortesía
moctezumas del norte y sin frontera
cometemos la magia del gambito:
tres adarmes, no más, nuestra carroña.

XI


XI
Si es que piensan, ciudad,
que tus ventanas
deshojan el amor con publicanos,
vano intento:
tras la alambrada
indios sin plumas,
corazón alburero con la muerte,
resisten el asedio,
almas lavadas.

XII


XII
Caigo en la tarde.
Pintado de moretes y raspones
el cielo se descuelga acto de circo;
volverá a su disfraz boca de lobo
la ciudad de impaciencias,
cuerpo astroso que luce uñas pintadas.

XIII


XIII
Si me preguntan, atinaré a decir
que acaso expulsen
blues cargados de vana somnolencia
los hombres, las orquestas,
con sus flautas, tambores
y pianos insurrectos:

por tus tripas deliran caminantes
aun en noches inhóspitas, falaces.

XIV

XIV
¿ Por qué mis ansiedades
las congojas de tantos, compañera ?

Si venidos al páramo de luces
olisqueando tu garra protectora
recibimos primero un salivazo,
insultos, puntapiés –bautizo exacto-,
al final amamanta tu desolado amor
nuestra tristeza.

XV

XV
Mascan tan poco amor tus olvidados,
los soñadores, los locos, tus poetas,
mientras arman pulcro inventario
de miel y parabienes
con la escoria que muestras, deyecciones.

Son avaras gaviotas recontando
tu pudor en la noche,
bajo un quicio.

XVI

XVI
No es muy fácil burlar tus horas flacas
-polvo que nutre el polvo de nuestros huesos secos –,
pues estériles son, no anuncian partos bellos.
Lenta te desmadejas como siempre
en monótono strip tease, exangüe, circular;
tus martes descubrimos con arrugas de jueves,
los domingos enjutos anclados en la abulia
de otro fin de semana
remedan del espejo la misma soledad.

Vamos siendo en tus charcos, ciudad, ballenas presas,
encalladas, posesas de un monstruo demencial.

XVII

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XVII
La pátina de estatuas y paredes
no recoge la mugre, los resabios
que pudieran guardar
tus comediantes,
ciudad larga, tomada,
preñada de profetas sin tonsura…
corresponde a lo absurdo de ese rostro
de arrugas prematuras
que arrastras – y cargamos-
entre nubes y cerros y mentiras.

XVIII


XVIII
Arrincona, ciudad, tu azul bostezo
donde el miedo huele las rendiciones,
cuelga las ansiedades
y ese disfraz de huesos que te pones
para fingir alegres pantomimas:

ven al patio de seres macilentos
al infierno común del que camina
por calles de cansancio y duermevela.
Si nos haces reír, si nos traes chicle,
te inflaremos globitos de ternura.

XIX


XIX
Quiero abortar engendros del recuerdo:
no: a gomas de mascar, algodón rosa,
la rueda musical, serpentinas, confeti,
y al traje de domingo hinchado de esperanza y donosura.

Pese a los aspavientos
la angustia de tus ojos, ciudad, no se me esconde,
bailo al son de tu voz, como tú me enmascaro
desinflando ilusiones arrumbadas y huecas,
sin tornillos.

XX















XX
Estoy triste y sonrío
tras la banca de fierro maltratada;
el río de paseantes al hallarme cavila,
sus gestos me rechazan, los ojos cuantifican
lo que valgo en monedas, tasan la indumentaria.
Derrumbado y humilde
comparto la ternura que otros me han regalado,
la calle me respira, soy parte de su atuendo.

Estoy triste de ganas
me solazo y engullo la nostalgia del día.

XXI


XXI
A veces con mirarte
escupo besos, rosas de sangre en el asfalto
de esas calles, si nuestras, tan ajenas.
A veces para hablarte
con los tacones chuecos trazo líneas fraternas
en las paredes sucias de las lomas
donde anida tu fauna.
A veces con nombrarte, ya te sufro, ciudad, te descascaro.

XXII


XXII
Con ¨el toque¨, ciudad, floto alelado
por las partes ventrudas, tus orillas,
esos barrios que a veces recuperas.

La tela del calzado apenas toca
el asfalto y las piedras
que acarician el ancho pantalón.

Amarrado al ensueño voy chupando
la muerte que me toca de esos días.

XXIII


XXIII
De hojalata pasó la primavera
y en ovillo el verano de ternura harapienta, you know;
vapor estacionado tras la pared frontera de los ojos,
sobre la rispidez de las lenguas confusas,
bajo la atroz calvicie de tus cerros a rayas.

Sigue al brinco el otoño,
su arañar, la ceniza entrampada en aires y miradas,
el eternal repliegue de las almas al centro de la esfera,
la tristura,
el abismo, ciudad, sin prez ni canto.

XXIV


XXIV
No siempre te soportan las espaldas
de los que te cargamos,
malolientes, absurdos comediantes, ciudad embarazada:

mucho nos asesina, más que la soledad,
la inquina torva
de tus autonombrados seres justos.

Bestias ciegas, sin sal,
un día estaremos con tu parto bramando
la canción más feliz.

XXV


XXV
Sabemos:
con el tedio que flota en las vitrinas,
los candados y goznes disimulan, batracios,
inéditas nostalgias por la luz de apagadas,
inertes, fugaces marquesinas,
brillos de tiempos viejos que rieron de la luna.

El olvido no vence la mirada amarilla
de tus viejos amantes, ciudad estacionada.
El recuento sin fin habita en la memoria.

XXVI


XXVI
Ese sueño que canta el amor con la mirada
tal bermellón sin alas, mujer enrarecida,
me ha metido en el ansia nocturna de tus calles
pues se esconde al plof plof de mis pasos de tela
desfigura su imagen apiñada en las pupilas áridas
de mis ojos, linternas mortecinas,
que la buscan vagando por tus charcos,
grabando signos de agua sobre los adoquines,
husmeando ensimismada entre el neón delirante
de tus hoscos burdeles en vigilia.

XXVII


XXVII
¡Tanto he desparramado
los suspiros
por los rumbos que forman
tu andamiaje, oh ciudad,
que bien puedes contar mi biografía,
mostrar a los demás mis excedentes,
desencanto, ansiedad, simulaciones ¡

XXVIII

XXVIII
Zorro nocturno acechando las palabras
sabiendo que sólo el tiempo nos dará el silencio.
O. F. Contreras

¡ Nos quedaron tan grandes las palabras, ciudad !
Si dijimos amor resultó flirt;
cuando gritamos día nos bramaba la noche;
clamábamos por vida y el genocida aullaba;
cuando pensamos viaje los pies tejían raíces;
dije: ¡ Somos lo mismo !
y el eco sin cosquillas reía alucinado.

Nos quedaron muy grandes, ciudad,
las condenadas, las malditas palabras,
esas bestias sin amo.

XXIX


XXIX

¿ Saldos de ti, ciudad ?

Los brincos retorcidos

de ¨los jueces¨

los gemidos obsesos

de tus locos

la mirada extraviada

de los viejos

la estúpida soberbia

entre los ricos

- con su homogéneo hedor

decente y limpio -

la inocencia ritual

de los chiquillos

de tantos jóvenes

ternura a toneladas

de las mujeres…

la soledad, angustia